
El día miércoles 12 de octubre, vigésimo aniversario del Congreso Nacional Indígena y conmemoración de 524 años de resistencia ante el saqueo imperialista y neoliberal, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional recibió en el Caracol Oventik a los delegados de 32 tribus, pueblos y naciones venidos de México, Guatemala y Colombia, así como algunos de los padres de Ayotzinapa y a los observadores externos.
Al momento del ingreso al Caracol, y como ha ocurrido en otros recibimientos de carácter solemne, las bases de apoyo se alinearon a lo largo del acceso, en orden y en silencio.
Desde el fondo se vio avanzar un imponente grupo de milicianos zapatistas cumpliendo con el rigor formal de un destacamento militar: marchando alineados, organizados, disciplinados. Recibieron a la columna encabezada por la comandancia general del EZLN, seguida por la delegación de representantes indígenas y cerrada por los observadores.
Los milicianos hicieron retumbar sus pasos y sonar sus bastones de madera. Al momento de iniciar la ceremonia, ejecutaron un movimiento integrado de golpes de bastón y rodilla al suelo que marcó el ambiente de expectación y recogimiento.
Pero fue al cierre de la ceremonia, después de pasar varias horas en cuclillas, que el destacamento de milicianos hizo una nueva demostración de disciplina: a la voz de mando del Subcomandante Moisés, corrieron a formar un caracol en el centro de la cancha deportiva. Saludaron, y realizaron un ejercicio llamado “Caracol encadenado”: desde el primer miliciano en el centro hasta el último, fueron sucesivamente haciendo sonar sus bastones y poniéndose de pie, hacia fuera primero y luego en retorno hacia adentro; levantándose y haciendo sonidos, volviendo a estar de rodillas y en silencio después; en pie de acción y a la expectativa; en lo visible y en lo invisible.
Este acto puede ser leído como una muestra de organización, que como otras puestas en escena de corte militar, es por supuesto la presentación de una potencia. Sin embargo, esta acción está estructurada desde una teatralidad simbólica en la imagen del caracol, y por lo tanto, denota simbólicamente una estructura organizativa en una infraestructura política diferente.
El caracol es por lo que se escucha y se habla, es la casa que acoge y la casa que avanza, la que dice y oye. Por eso, reforzarlo desde la fuerza miliciana signa un momento donde la fuerza militar del EZLN retorna tácticamente a lo visible, apoyando una nueva fase estratégica: la anunciada como propuesta en el CNI.
Alguna vez dijimos que los de abajo tienen en la disciplina organizativa su principal fuerza. Si además esa potencia se organiza desde lo poético-simbólico, los mensajes serán más creativos y fértiles al sembrar.
GIAP, 14 octubre 2016.