Por Natalia Arcos.
Uno de los componentes de la Escuelita Zapatista durante el 1er curso del 1er nivel de “la Libertad según los Zapatistas”, fue la asignación de un votán a cada alumna o alumno invitado. Supimos de esta disposición a través de un comunicado del Subcomandante Marcos, publicado unas semanas antes del inicio de esta experiencia. La mayoría no habíamos oído esa denominación hasta entonces. Descrito en palabras del Sub como “guardián y corazón del pueblo”, o “guardián y corazón de la tierra”, o “guardián y corazón del mundo”, al parecer es un término antiguo de los mayas, tan viejo como el origen del tiempo.
En lo concreto, votán fue el o la zapatista (hombre o mujer según el género del alumn@) quien nos acompañaba desde el inicio hasta el término de la estadía en la escuelita. Esos votanes se volvieron nuestra sombra durante todo el día en todas las actividades: levantarnos, comer, bañarnos, leer, cocinar colectivamente, conversar hasta tarde… incluso algunos alumnos hasta compartieron la habitación y dormían con su votan al lado. Eran acompañantes, pero también personalmente creo que eran a la vez guardias que controlaban que, por ejemplo, los alumnos no lleváramos ni consumiéramos alcohol ni drogas, elementos prohibidos en zonas autónomas. Ni que sacáramos fotos a los compas sin sus pasamontañas. Nunca se sabe cuando hay algún infiltrado o un descarriado, asi que comparto la necesidad de un intermediario-vigilante-cuidador entre el alumno invitado y la comunidad que acogía.
Sin embargo, hace poco me encontré con una leyenda que me otorgó un sentido más profundo y hermoso de la idea de votán. Más allá de su rol de cuidador, el votán vendría a ser la contraparte de cada uno de nosotros, una versión de nosotros mismos pero al interior de la vivencia zapatista cotidiana, al tiempo que nosotros somos sus versiones “allá afuera”. Un votán es la cara “interna” y los afuerinos conformaríamos la cara “externa” del movimiento zapatista. La unión de un votán con un alumno constituye entonces un ente único y doble a la vez: el votan mira hacia adentro de la comunidad autónoma y vive su zapatismo en la construcción del Buen Gobierno. El alumno mira hacia fuera, y como adherente de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, vive como puede (o siente) el zapatismo en cualquier lugar del mundo, en contextos de capitalismo puro y duro. Juntos, el votán y el alumno, se transforman en Zapata, en el Zapatismo, tal como nos explica la leyenda que comparto a continuación :
Hace muchas historias, cuando los dioses más primeros, los que hicieron el mundo, estaban todavía dando vueltas por la noche, se hablan dos dioses que era el “Ik’al” y el “Votán” . Dos eran de uno sólo. Voltéandose el uno se mostraba el otro, volteándose el otro se mostraba el uno.
Eran contrarios. El uno luz era, como mañana de mayo en el río. El otro era oscuro, como noche de frío y cueva. Eran lo mismo. Eran uno los dos, porque el uno hacía el otro.
“Caminemos” dijo el uno que dos era. “¿Cómo?” preguntó el otro. “¿Para dónde?”, preguntó el uno. Y vieron que así se movieron tantito, primero para preguntar cómo, y luego para preguntar dónde.
Desde entonces los dioses caminan con preguntas y no paran nunca, nunca se llegan y se van nunca. Y entonces así aprendieron los hombres y mujeres verdaderos que las preguntas sirven para caminar, no para quedarse parados así no más. Y, desde entonces, los hombres y mujeres verdaderos para caminar preguntan, para llegar se despiden y para irse saludan. Nunca se están quietos.
Ya de mucho andar juntos, el “Ik’al” y el “Votán” aprendieron que eran lo mismo y que podían hacerse uno sólo en el día y en la noche y cuando se llegaron hasta acá se hicieron uno y se pusieron de nombre Zapata y dijo el Zapata que hasta aquí había llegado y acá iban a encontrar la respuesta de adónde lleva el largo camino y dijo que en veces sería luz y en veces oscuridad, pero que era el mismo, “el Votán Zapata”, y el “Ik’al Zapata”, el Zapata blanco y el Zapata negro, y que eran los dos el mismo camino para los hombres y mujeres verdaderos”.
(Extracto libre de “Los relatos del Viejo Antonio”, libro de cuentos del Subcomandante Marcos, pág. 53 – 55, Ediciones Radio Universidad de Chile, septiembre 2012).